Aunque mi formación no sea económica, me atrevo a opinar como ecologista y solidaria, y pido disculpas por no expresarme en términos económicos.
Ante el balance negativo de la situación social y medioambiental agravada por el cambio climático, el siglo XXI se veía como una nueva oportunidad, tal vez la última, para reestablecer el equilibrio. En este ambiente de euforia y buenas intenciones, en el año 2000, en la ciudad de New York, representantes de 189 estados firmaban La Declaración del Milenio, fijando Los Objetivos a cumplir para el 2015, incluyendo medidas urgentes para paliar la desigualdad y el alarmante calentamiento global.
A pocos años vista, lejos de cumplirse, los países desarrollados se enfrentan a una crisis económica, social y medioambiental sin precedentes, haciendo tambalear sus cimientos. El actual estilo de vida de los mismos atenta contra los derechos fundamentales, recogidos en la Declaración de los Derechos Humanos (1948), en la de los Derechos del animal (1978), firmados por la Unesco y la ONU, así como los Acuerdos Internacionales sobre Desarrollo Sostenible.
Tal es la situación que la Comisión Europea ha declarado el 2010 como año europeo de la lucha contra la pobreza y la exclusión social, con las líneas de actuación a seguir por los países miembros y encaminadas a paliar el índice al alza de la pobreza en su territorio -la estimación actual es de 29 millones de pobres. (documento)
La ONU, continuando en la línea de los últimos años, dedica al 2010 como año Internacional de la Diversidad Biológica, marcando las directrices.
La emisión de gases invernadero, la destrucción de amplias zonas naturales, la deficiente gestión de los recursos naturales y los conflictos armados por el control de los mismos, la desaparición de especies, la emigración, los refugiados medioambientales, el aumento de enfermedades y resurgimiento de las consideradas extintas, el aumento de las tensiones sociales, son algunos de los indicadores del impacto humano en el cambio climático, aumentando la desigualdad social y conduciendo a un genocidio tanto animal como humano.
Muchas son las voces, desde las científicas hasta las humanistas, que alertan sobre la urgencia de un cambio a todos los niveles. La actual crisis tiene que servir de palanca para un nuevo estilo de vida basado en un Desarrollo Global Sostenible, tanto medioambiental como socialmente, que respete y proteja la diversidad cultural a nivel mundial.
El empresariado ya vió en la ecología una oportunidad de negocio, y es deseable a la vez que necesario, su ampliación y generalización a todos los sectores. A su vez, los consumidores debemos exigir honestidad en sus prácticas empresariales, ejerciendo nuestra responsabilidad. Tal vez es el momento de las pymes, locales y cercanas al ciudadano. Apostar por la revalorización de la industria y los productos locales, cercanos al consumidor, de manera que este conozca las prácticas empresariales y productivas y, por ende, pueda ejercer la vigilancia del proceso productivo, en favor de la calidad. Por ejemplo, esta cercanía le facilita conocer el tipo de crianza de los animales destinados a consumo humano, su calidad. En contra se puede argumentar que este tipo de producción local resulta más cara al consumidor, es la primera impresión, sin embargo analicemos más a fondo. El consumo local favorece el empleo, dado que potencia los productos locales; este aumento de puestos de trabajo dinamiza el entorno, aumentando los ingresos y la renta per capita, posibilitando el consumo de los productos. Este desarrollo es sostenible
De nada sirven las iniciativas gubernamentales si a nivel particular hacemos oídos sordos. El planeta es nuestro hogar, nos guste o no, por tanto es responsabilidad de todos.
Ante el balance negativo de la situación social y medioambiental agravada por el cambio climático, el siglo XXI se veía como una nueva oportunidad, tal vez la última, para reestablecer el equilibrio. En este ambiente de euforia y buenas intenciones, en el año 2000, en la ciudad de New York, representantes de 189 estados firmaban La Declaración del Milenio, fijando Los Objetivos a cumplir para el 2015, incluyendo medidas urgentes para paliar la desigualdad y el alarmante calentamiento global.
A pocos años vista, lejos de cumplirse, los países desarrollados se enfrentan a una crisis económica, social y medioambiental sin precedentes, haciendo tambalear sus cimientos. El actual estilo de vida de los mismos atenta contra los derechos fundamentales, recogidos en la Declaración de los Derechos Humanos (1948), en la de los Derechos del animal (1978), firmados por la Unesco y la ONU, así como los Acuerdos Internacionales sobre Desarrollo Sostenible.
Tal es la situación que la Comisión Europea ha declarado el 2010 como año europeo de la lucha contra la pobreza y la exclusión social, con las líneas de actuación a seguir por los países miembros y encaminadas a paliar el índice al alza de la pobreza en su territorio -la estimación actual es de 29 millones de pobres. (documento)
La ONU, continuando en la línea de los últimos años, dedica al 2010 como año Internacional de la Diversidad Biológica, marcando las directrices.
La emisión de gases invernadero, la destrucción de amplias zonas naturales, la deficiente gestión de los recursos naturales y los conflictos armados por el control de los mismos, la desaparición de especies, la emigración, los refugiados medioambientales, el aumento de enfermedades y resurgimiento de las consideradas extintas, el aumento de las tensiones sociales, son algunos de los indicadores del impacto humano en el cambio climático, aumentando la desigualdad social y conduciendo a un genocidio tanto animal como humano.
Muchas son las voces, desde las científicas hasta las humanistas, que alertan sobre la urgencia de un cambio a todos los niveles. La actual crisis tiene que servir de palanca para un nuevo estilo de vida basado en un Desarrollo Global Sostenible, tanto medioambiental como socialmente, que respete y proteja la diversidad cultural a nivel mundial.
El empresariado ya vió en la ecología una oportunidad de negocio, y es deseable a la vez que necesario, su ampliación y generalización a todos los sectores. A su vez, los consumidores debemos exigir honestidad en sus prácticas empresariales, ejerciendo nuestra responsabilidad. Tal vez es el momento de las pymes, locales y cercanas al ciudadano. Apostar por la revalorización de la industria y los productos locales, cercanos al consumidor, de manera que este conozca las prácticas empresariales y productivas y, por ende, pueda ejercer la vigilancia del proceso productivo, en favor de la calidad. Por ejemplo, esta cercanía le facilita conocer el tipo de crianza de los animales destinados a consumo humano, su calidad. En contra se puede argumentar que este tipo de producción local resulta más cara al consumidor, es la primera impresión, sin embargo analicemos más a fondo. El consumo local favorece el empleo, dado que potencia los productos locales; este aumento de puestos de trabajo dinamiza el entorno, aumentando los ingresos y la renta per capita, posibilitando el consumo de los productos. Este desarrollo es sostenible
De nada sirven las iniciativas gubernamentales si a nivel particular hacemos oídos sordos. El planeta es nuestro hogar, nos guste o no, por tanto es responsabilidad de todos.
Comentarios
Publicar un comentario